En una partida de ajedrez, tan importante es la defensa como el ataque. El objetivo es tumbar el rey contrario. Dama, alfiles, torres, caballos y peones deben mantener la defensa del propio monarca sin cejar en la estrategia que permita ganar la partida.
En Europa, quien define la estrategia a seguir, actúa como un novato. Es mas diría que quienes nos marcan los pasos juegan para el contrario. Cualquier jugador sabe que actuar permanentemente a la defensiva sólo tiene un final, consumir las propias piezas hasta que, diezmadas, tengamos que dejar caer el propio rey. Y eso es lo que está ocurriendo. Los ataques especulativos a nuestra economía están incrementado los intereses de la deuda, consumiendo nuestros recursos financieros futuros y diezmando nuestra fuerza de trabajo, mientras nos dedicamos exclusivamente a combatir el déficit confiando en que los ataques cesen voluntariamente. Pero eso no va a ocurrir. Como cualquier ajedrecista sabe, si el oponente muestra debilidad por un flanco y no responde contraatacando, la manera más rápida de asegurar la partida es seguir debilitándolo hasta dejarlo sin piezas.
Seguimos centrándonos sólo en proteger al rey, que cada vez más rápido se encuentra acosado por continuos jaques. La partida lleva demasiado tiempo desarrollándose y hemos perdido demasiada infantería, ya son cinco millones y no se ve el final de la sangría.. Si al menos se viera una estrategia de proteccion para ayudar a un par de peones a llegar al otro extremo del tablero y convertirlos en damas, podríamos mantener la esperanza en que el último jaque fuera nuestro. Hace falta un cambio de asesores que jueguen a nuestro favor. Una estrategia innovadora que bloquee los ataques con leyes anti-especuladores, que tome la iniciativa en el ataque para tumbar la crisis, una estrategia que en fin no se olvide de proteger nuestros peones, porque sin peones no hay capacidad de futuro.