24/10/10

La reforma de la política en periodo de barbecho.

La situación en la que nos encontramos en España evidentemente no es halagüeña. Y las declaraciones de los últimos meses de mis compatriotas Manuel Chaves y Trinidad Jimenez, diciendo el primero que no era el momento de afrontar la reforma de la financiación de los ayuntamientos (cuando junto a la financiación inconclusa de los partidos es el principal origen de la corrupción en España) y la segunda que el objetivo de los partidos es obtener el poder (en lugar de transformar la sociedad como durante cien años se nos vino inculcando), o las últimas de Zapatero ante el cambio de gobierno incidiendo en la importancia de la imagen, en la forma en lugar de en el fondo, pensando en todo menos en la POLITICA con mayúsculas, para mejorar la situación del pais, no dejan mucho margen a la ilusión de un cambio a todas luces necesario.
Pero no todos los políticos son Dulce Gallego o Francisco Camps. Por cada político corrupto estoy seguro que hay cien honrados ciudadanos que estan en la política para mejorar bajo su criterio la sociedad. Incluso de estos que nombro puedo pensar que en su origen tambien trataron de conseguir ese objetivo y que los años de poder terminaron de desdibujar su meta para centrarse en engordar sus prebendas, sus circulos de adictos, sus ansias de perpetuarse a toda costa para terminar conculcando la justicia en sus decisiones y ofendiendo con sus desmanes a los ciudadanos que representan.
Es el precio del poder, por eso la dedicación a la cosa pública debería estar acotada, para que no diera tiempo a conocer como se manejan los dineros, quienes son los tesoreros, como colocar a los amigos para que los incluyan en las listas un nuevo mandato. Supongo que en sus origenes los partidos eran democráticos y el convencimiento de los militantes ante unas nuevas ideas encumbraban a un lider hasta su cargo. Así se nos vendió allá por los setenta, ahora sabemos que no hay mucha diferencia entre lo que tenemos y la estructura de los soviets, con votaciónes por cooptación, con "familias" que detentan porcentajes de poder y que se perpetuan en sus órganos de decisión a pesar de la voluntad de los militantes, pues sus votos, sus deseos se terminan diluyendo en las cocinas de la ejecutiva. Nunca pense ver que en España, dentro de la izquierda, familias de políticos pudieran tener herederos que les sustituyeran en el ejercicio del poder como ocurre en el Senado americano (con su dinero por cierto) o en comunismo hereditario de Corea del Norte, pero los tenemos. Tan baja consideración nos tienen nuestros políticos que pretenden que comulguemos con la "democracia interna" que suponen cinco primarias en un Estado de ocho mil municipios. Las primarias o son obligadas en todos los partidos y todos los municipios o no se pueden poner como ejemplo de integridad. Y menos cuando en las primarias reales, en las elecciones, no se permite más que el voto a una selección elegida por un comité que casi nadie conoce.
Por ello son imprescindibles las listas abiertas, para que los ciudadanos sean los responsables de cada elección y no los comites electorales de los partidos  que nos hurtan el derecho a elegir y el derecho a expulsar de la vida pública a quienes se aprovechan de ella. Este sistema español de partitocracia obliga a expulsar a todo un partido del ejercicio del poder si se quiere expulsar a uno de sus miembros por corrupción manifiesta, lo cual sería injusto con los cientos de politicos honrados de ese partido, si no fuera porque esta honradez queda mermada cuando hacen piña ante la crítica ajena y defiende lo indefendible con tal de ocultar las irregularidades de sus correligionarios, como si el pueblo fueramos tontos y no supueramos de que pie cojea cada uno.
La política por tanto ha de reorientarse. Situaciones de injusticia continuada por parte de quienes debieran defender el bien público, de corrupciones encadenadas como las actuales son, las que en épocas de crisis, desembocan en populismos y totalitarismos. Los más peligrosos surgieron de las urnas porque los partidos tradicionales estaban bien acomodados en la indecencia de su cuota de poder y no tenemos que irnos a Hitler o Mussolini para encontrar esos salvadores, Jesús Gil en Marbella fue un buen ejemplo.
En segundo lugar es urgente la regulación de como se financian los partidos, que se prohiban las donaciones o que sean públicos y patentes quienes las hacen desde el primer Euro, que anualmente se publiquen las deudas de los partidos con los bancos y el importe de los intereses a los que reciben los créditos para sus campañas (que podamos compararlos con los nuestros), que se publique la afiliación política de los miembros de los consejos de adminsitración de esas cajas de ahorros que dan créditos por debajo del mercado, para que cuando las salvemos de sus numeros rojos, sepamos a quienes salvamos y a quienes condonamos las deudas, solo entonces veremos como se limitan los gastos de campaña, el increible negocio de las empresas publicitarias, el saqueo continuo de la bolsa común de los impuestos que debieran estar para las necesidades de la gente y no para mantener un sistema artificioso que perpetura una casta de poder. Y en esta fiscalización debieran incluirse los sindicatos (y por supuesto las asociaciones patronales), que sin plantarse siquiera tener una bolsa de resistencia para pagar a sus huelguistas y ayudar a sus afiliados en el paro a superar la perdida del puesto de trabajo o a buscarles un nuevo empleo, se permiten gestionar negocios privados como cooperativas de viviendas y acaparar gran parte de las subvenciones para formación en las que ejercen de meros intermediarios. Las instituciones fundamentales de participación en nuestra democracia debieran financiarse con sus cuotas de afiliados y no actuar como macroempresas donde el negocio somos todos los ciudadanos.
En tercer lugar que la financiación del estado con sus ayuntamientos incluidos tenga garantizado un porcentaje para el futuro de los ingresos. Da lo mismo que sea 50-30-20, que 40-30-30 o 33-33-33. Estado Central, Autonomías y Municipios tienen que tener las cuentas claras y unos límites, conocer sus obligaciones y sus derechos. Los municipios no pueden seguir procurandose ingresos extras tras treinta años de democracia a base de especulación del suelo, politicas de viviendas masivas, de destrucción de su patrimonio natural o con prevendas a empresas de amigos, porque como decía mi abuela, quienes parten y reparten se llevan la mejor parte y ¿quienes son estos que están partiendo y repartiendo? de nuevo políticos, que con la excusa de mejorar al municipio terminan enriqueciendo el partido y por supuesto adquiriendo a nombra de terceros mansiones que con su sueldo de servidor público nunca podrían soñar, por no ahondar más.
Para cuando se quiera legislar la financiación de los partidos y los ayuntamientos tendremos, si no lo tenemos ya, una red mafiosa que ya quisiera la Cosa Nostra dificil de estirpar sin riesgo de poner en cuestion la propia democracia y por otro lado al Estado no le quedará porcentaje que repartir con los municipios si en cada nueva legislatura las autonomías van comiendo poquito a poquito las cuotas de ingresos a cambio de su apoyo a los presupuestos.
Si hay algun tiempo para un cambio estructural que regenere nuestra democracia ese es este momento de crisis. En las épocas de bonanza nos solemos olvidar, con el brillo del dinero, de cuales son las necesidades básicas.